Se podía oír la lluvia,su murmullo y sus susurros,cualquiera juraría que no estábamos en Madrid, tal vez por el silencio que profesaban los coches a nuestro piso de ventanas abiertas y cortinas descorridas. Las nubes calaban al cielo, o al menos lo que se llegaba a ver de él,pues ya había quedado todo cubierto; ni las luces del apartamento llegaban a iluminar la estancia plenamente; fuera todo se acumulaba, la oscuridad sobre la oscuridad, y las sombras sobre los brillos de las gotas, que caían golpeando el suelo,terminando su camino con el sonido del golpe seco sobre la acera o sobre el capó de los coches que seguían sin hacer ruido, a pesar de que estaban funcionando ahí fuera.
La oscuridad se imponía sobre ellos,ininterrumpida y silenciosa, se superponían los restos de una novela mal escrita y los puntos de una historia truncada,desaparecían paulatinamente tus recuerdos,las heridas de guerra mal provocadas,ahora indoloras. Horas después parecía que el viento lo dominaba todo,podía llegar a ser verdad,ahora ya no había murmullos ni susurros, ahora había gritos que tras la lluvia pedían piedad.
martes, 22 de marzo de 2016
Lluvia
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