Lo admito;me perdí en sus lunares,
en las ansias de aventura que otorgaba,
en el miedo y el terror de sus caricias,
en sus movimientos y rasgos corporales,
me perdí en ella misma, en su persona.
Te perdí por las mismas razones,
aquellas por las que cada noche
te encontraba en mis sueños y amores;
y es que las campanas que replican por tu ida y tu llegada
ya no le valen ni gestos ni palabras;
son de una catedral sin amantes,
y yo no pido ni plegarias, ni perdones
tan solo quiero volver a casa y encontrarte
yaciendo sin sueño ya de noche,
buscándome de nuevo en tus miradas.
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